Hacia El Primer Encuentro Mundial de Ignorares

lunes, 25 de octubre de 2010

LA VIDA ES UNA TÓMBOLA TON TON TOMBOLA

José del Carmen Pérez destapó la cuarta botella de ron J.Q. y luego de servir en los vasos de plástico de cada uno de sus amigos brindó por la alegría. Estaba alegre, y no era para menos, era el cuarto día de la asunción al poder del nuevo gobernador, quien en un decreto en extremo original puso fin a la tristeza de todos los habitantes de la ciudad, creando como reacción inmediata, una epidemia de risa que según la crónica tendrá su fin en los remotos tiempos futuros. La contagiosa alegría trajo como consecuencia el fresco pensamiento que durante siglos estuvo anquilosado en los cerebros cartesianos de los hombres que hasta esos luminosos días sólo habían aprendido a comprar y vender imponiéndose esta costumbre como máximo ideal humano.

Siguiendo al pie de la letra el singular decreto en una asamblea sin precedente en los anales de la historia, miles de poetas, cuenteros, imaginadores, pregoneros y cronistas, tomaron (aparte de licor) la decisión por unanimidad de execrar para siempre todo arte oloroso a tristeza y en una acción de imposible comparación, se recogieron todos los libros, periódicos, revistas cuadros, grabados y otras manifestaciones que en la humanidad habían reflejado infelicidad, después en un gran caserón llamado Ateneo fueron archivados y expuestos en vitrinas para que pudieran ser vistos por todos los habitantes futuros y supieran como se vivió antes del decreto y constataran lo desgraciada que hasta entonces, había sido la humanidad.

Antes de continuar narrando estos hechos y porque nada debe dejar de ser contado es bueno decir que nadie se supo explicar, por qué las antiguas autoridades llamaban Ateneo aquel adefesio, especie de barco en desamparo que desde hacia siglos sólo estaba poblado de telarañas y antiquísimos fósiles que ni siquiera la aplicación del carbono catorce podía precisar con exactitud sus edades y orígenes. Sólo un narrador oral basado en su portentosa memoria acumulada en siglos de hacer colectivo precisó que este caserón fue traído por los primeros invasores en un gesto de buena voluntad para impartir cultura, pero según se dice también, que afortunadamente la gente de estos lados estaba tan ocupada en sus propias imaginaciones que no prestó atención a tan prodigioso hecho y por lo mismo siempre fue visto como una extraña curiosidad anclada en la ciudad.

En esos mismos días una muchacha entusiasmada presentó al gobernador la brillantísima idea de abrir una oficina para la recolección de los sueños, la misma tuvo una alegre acogida por parte del máximo gobernante quien de inmediato giró instrucciones a sus acólitos para que estos dieran apoyo irrestricto al proyecto. Como por arte de magia desaparecieron las tramitaciones burocráticas que durante siglos tenían paralizada la gestión gubernamental emprendida por el primer dominador de aquél pueblo, que con el transcurrir del tiempo fue considerado como una antigua ciudad agobiada por el peso de la burocracia.

Todo fue diligencia, entusiasmo, y la joven con el vigor y la alegría propia de un caletero de Puerto Cabello emprendió sus actividades con un llamado por los medios de comunicación:

A TODA LA POBLACION

La Gobernación del Estado, en uso de las atribuciones legales que le confiere la ley y basándose en el decreto de la alegría, máxima norma del Estado, convoca a todos los ciudadanos a presentar sus sueños y proyectos por ante la oficina para el desarrollo y puesta en práctica de los sueños.

Luego se repartieron instrucciones escritas por el poeta Carlos Angulo, quien febrilmente trabajaba para que los sueños no fueran engavetados nuevamente.

Esta crónica no precisa hora, día, mes, ni año del extraño suceso, sólo se sabe que un poeta delirante y lenguaraz, narró para la posteridad los hechos que dieron al traste hasta con la misma oficina que un día una joven entusiasta de 25 años propuso al gobernador fuera creada.

Sólo los generales, doctores honoris causa, dictadores, expresidentes, ministros, senadores, diputados, magistrados, jefes de partidos, jefes de policías, diplomáticos, rectores, gobernadores, esbirros, averiguadores de oficio, académicos, filósofos de biblioteca, miembros numéricos de academias, sumos pontífices, cardenales, banqueros, industriales y todos aquellos que conducen y han conducido el poder, se negaron a presentar sus sueños, por el simple hecho de haber descubierto sin ningún asomo de vergüenza que no los tenían ni los tendrían jamás, porque durante sus vidas, solamente tuvieron necesidades y las más elementales: Comer, tirar, dormir, reproducirse y morir, en la más extrema de todas las soledades conocidas, sin que por esto sintieran placer alguno, además, la costumbre, les condujo a mirar el mundo en blanco y negro. Nunca supieron de claro oscuro, ni de grises, menos de rojos y azules mares cielos, y les aterró siempre, la posibilidad de los verdes y amarillo: todos poblados de pájaros y hojas.

Al principio, fueron pequeños grupos, enterados por las emisoras y los periódicos de sucesos que circulaban masivamente, después la noticia se generalizó y cundió por todos los barrios del sur, a la plaza de toros llegaron los colombianos vendedores de fritanga, bocachicos y verduras, luego los habitantes del Sucre, las Flores, Monumental, Bella Vista, Ricardo Urriera, las Lomas, Padre Seijas, Herrera Campins y a medida que el tumulto crecía la plaza de toros y sus alrededores empequeñecieron, la multitud entusiasmada y rebozante de alegría había superado a media mañana los modestos cálculos proyectados por la oficina.

En marcha, como un enjambre caminante, la gente se enrumbó al paso del baile de la hamaca amenizado por los tambores de San Millán y de Mariara.

Hacia la gobernación, en el camino, se sumaron, Los Taladros, 13 de septiembre, Francisco de Miranda, San Agustín, La Bocaina, y a medida que avanzaban de manera prodigiosa se iban cumpliendo los sueños, aun antes de haberlos inscrito en la oficina. Nunca se pudo explicar el extraño fenómeno, sólo los poetas Cristóbal Ruíz y Eduardo Taborda almacenadores de sueños rotos intentaron demostrar con un «ahora o nunca» el magnífico suceso.

Lo cierto es que José Tortolero soñó conque un día todas las fábricas se paralizarían y le permitirían salir una mañana asoleada a pasear por la avenida las Ferias con todos los carajitos y la mujer a comer y beber sin pagar, como ocurre con los artistas de las películas.

María del Carmen Pérez, soñó que un día saldría de un supermercado con una caja llena de corotos sin que la mirarán mal y lo más importante sin cobrarle. Cuando en la oficina se percataron del tipo de sueño expresado por los habitantes, inmediatamente emitieron un boletín explicando que todos aquellos sueños... relativos a satisfacer necesidades de comer, vestir, diversión, hacer el amor cuando plazca y como sea, podrían cumplirse sin llenar ningún trámite o requisito burocrático, por cuanto estos sueños no afectaban a los humanos por el contrario eran el producto de la mala distribución de las cosas, que hasta ese momento había privado, pero que la misma decisión de soñar expresada por las personas terminaría por eliminar la manera desigual de repartir riquezas en el mundo y de esta forma contribuir favorablemente con el decreto de la alegría, emitido por la gobernación.

Ante esta nueva información, el torrente humano aplaudió y gritó con una alegría tal que por los lados del Capanaparo las garzas inquietas alzaron al unísono el vuelo, dejando entrever un arcoiris de plumas que sin querer homenajeaba a la alegría.

A la altura de la avenida Lara, se sumaron los obreros del hospital Central, seguros ya que jamás gobierno alguno tendría potestad para botarlos y desampararlos, también se sumaron los llamados marginales de los alrededores, a los que nombraba la prensa de gobiernos anteriores, sólo, para acusarles de ser los causantes de los males propios y que algunos sociólogos bien pagados les señalaban su falta de solidaridad y comprensión para con aquellas promesas de buena vida hechas en repetidas campañas electorales por los candidatos de siempre.

La multitud era arengada por el profeta, Carlos rey de reyes, representante único y verdadero de Dios en la tierra. En sus alucinadores discursos anunciaba la destrucción de todo lo establecido por cuanto estaba preñado de perversidad y corrupción. La ira divina no esperaba más, pero esta vez el profeta no imitó a su homólogos con el ofrecimiento de vida eterna y cómoda en el cielo a la diestra del Dios Padre, sino que anunciaba un único gobierno presidido por él en donde las versos de Cruz Berbín se harían realidad impostergable y recitaba ante la muchedumbre enfebrecida: soy de los pendejos que todavía cree en el país del nunca jamás la redención de los pobres/ en ángeles de carne y hueso que escupen fuego/ en la música luctuosa de la metralla/ en el inalienable derecho del hombre a ser hombre/

Así mismo anunció para tranquilidad de las mayorías, que ya Dios no estaría más con nosotros por cuanto estaba ocupado sofocando rebeliones infernales en lejanísimas galaxias de sus vastos dominios, dijo también que el hombre tenía el tiempo suficiente para aprender a gobernarse a sí mismo y vivir en paz sin contradicción con el gobierno divino. Demostró por medio de complicadísimas operaciones matemáticas que los humanos del mundo trabajarían una sola hora y el resto del tiempo lo dedicarían a disfrutar sus placeres como mejor les viniera en gana. De cuando en cuando el discurso era interrumpido por delirantes ovaciones aprobativas, demostrando con esto que la hora de los profetas había llegado y que las profecías se harían realidad en términos inmediatos, por cuanto el futuro era un presente incrustado en los sueños de las mayorías, las cuales no estaban dispuestas a despertar nunca más de tan anhelado sueño.

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