Hacia El Primer Encuentro Mundial de Ignorares

lunes, 25 de octubre de 2010

ESTE ES EL CUENTO DE LA IGUANA AZUL

Al principio cuando la vi, me causó un gran asombro. Yo sabía de los sapos rojos con rayas amarillas en la espalda, y sabía de conejos verdes con orejas de ratón, pero jamás había visto una iguana azul. Fui hacia ella y la agarré, la llevé a la casa y la metí en una caja de zapato que mi mamá me había comprado en el otro diciembre. Luego salí contento, corriendo hasta donde estaba mi mamá, le dije que mirara una iguana que yo tenía, mi mamá estaba muy ocupada trabajando y me dijo que no la molestara, entonces le dije: es que es una iguana azul y me dijo: las iguanas azules no existen, y no molestes más que estoy muy ocupada, ve a jugar porai.

Cuando me dijo así, fui hasta la carpintería donde trabaja mi tío y le dije que viera la iguana que yo tenía en la caja, entonces mi tío me dijo que no lo molestara que estaba muy ocupado trabajando, pero yo le dije que era una iguana azul, entonces se rió y dijo: «estos muchachos si inventan vainas» y me contestó lo mismo que me había contestado mi mamá anteriormente, que las iguanas azules no existían. Después salí de la carpintería y fui por todas las casas del pueblo enseñando la iguana azul; nadie quería ver la iguana azul, porque estaban muy ocupados trabajando y además porque todos sabían o presentían que de existir una iguana azul ésta haría cambiar sus vidas para siempre, así que era mejor estar bien seguro que las iguanas azules no existían ni existirían jamás ni nunca.

Días después me preocupó cargar la iguana, porque no sabía de qué se alimentaba, intenté darle distintas cosas, hasta pensé que podía alimentarse de colores y le di una caja de prismacolor que mi mamá me había comprado para dibujar en el colegio, sin embargo esto tampoco sirvió. Una mañana la observé detenidamente como alelado, y descubrí que se alimentaba de pequeños rayos de sol, entonces cogí y le abrí a la caja varios huecos, por medio de los cuales la iguana empezó a alimentarse.

Así, fui recorriendo todos los pueblos, todos los países, hasta que recorrí el mundo entero. Nadie quiso creer que yo tenía una iguana azul.

Una vez me sentí cansado y viejo y me quise ir del mundo, con la iguana azul, quien ya había aprendido a hablar en mi idioma y yo en el suyo. Cuando estábamos a punto de irnos del mundo, un niño me llamó, observé que aquel niño tenía como siete años, es decir la edad de todos los colores, la misma edad que yo tenía cuando me conseguí con la iguana. El niño me dijo: señor yo quiero ver la iguana azul que usted carga ahí en esa caja, yo me alegré mucho y rápidamente abrí la caja y le dije: te voy a regalar esta iguana y el me dijo: no señor, yo no quiero esa iguana, ¿por qué? le pregunté, entonces me dijo: porque si usted me regala a mi esa iguana, yo me voy a poner muy contento y voy a ir corriendo a donde mi mamá a decirle que yo tengo una iguana azul y mi mamá me va a decir que está muy ocupada trabajando y que además las iguanas azules no existen y así mismo voy a ir donde mi tío y donde todas las personas del pueblo y donde todas las personas del mundo y todas me van a responder que están muy ocupadas trabajando y nadie va a creer que yo pueda tener una iguana azul. Yo. me quedé pensando un rato y le dije: no importa, de todas maneras es tuya, porque yo ya no la puedo cargar más, y le di la iguana, él la tomó en sus manos luego la abrió y a la iguana le salieron alas de muchísimos colores y se fue volando hasta que se perdió a lo lejos en el horizonte, entre el azul del cielo y el mar, quedándose en nosotros la posibilidad de lo imposible, el sueño intacto como el primer día en que me asombró encontrar una iguana azul.

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